No era higuera al borde del camino,
que estaba en una viña bien cercada
y por el hortelano bien cuidada,
con cuidados de Hortelano divino.
Su vivir era estéril y mezquino
porque de fruto nunca daba nada,
ni un solo dulce higo en la enramada
de irisado lagrimón opalino.
Ni a la de tres deba fruto la higuera;
¡habría que cortarla ya al instante
si otra oportunidad no se le diera!
Y el dueño se la dio y tuvo aguante,
porque Dios es paciente y siempre espera;
¡porque su eternidad va por delante!
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