Todos estamos por el Rey invitados,
invitados a la boda del Hijo,
invitados a ese regocijo
del banquete de los afortunados.
Pero, si no respondéis los llamados
a la invitación que yo os dirijo,
-dice el Rey- quedaréis sin puesto fijo,
seréis de mi banquete desechados.
Y mandó el Rey a sus siervos salieran
a los cruces de todo buen camino
a invitar a los pobres que vinieran.
Muchos: buenos, malos y algún cretino,
gustaron de cuantos platos quisieran;
¡quedó uno fuera por no vestir de lino!
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