Recibido el bautismo,
se rasgó, de repente, el alto cielo,
y el Espíritu mismo
-como paloma en vuelo-
se posó sobre tí, limio y sin velo.
Y ese Espíritu Santo
es quien, ahora, te empuja al desierto
a luchar, entre tanto,
a rostro descubierto,
contra el gran tentador, el Diablo experto.
Y en el desierto arcano,
-la soledad tan sólo por testigo-
a solas, mano a mano,
citas al enemigo
y le infliges durísimo castigo.
Que hasta Satán se entere
que no es tu mesianismo triunfalista;
que tu misión prefiere
el servicio altruista,
porque servir al hombre es tu conquista.
Reino que se construye
en humilde servicio y en pobreza;
la soberbia rehuye,
y funda su belleza
en esa pequeñez que es tu grandeza.
El pulso terminado
y en singular combate concluído,
un ejército alado
del cielo descendido,
le sirve a su Señor, nunca vencido.
1 comentario:
Felicidades por su blog. es maravilloso.
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