Seguro de sí mismo, el fariseo,
-porque cumple la ley perfectamente
y se cree en su obrar ya suficiente-
se exhibe, ante el Señor, como un trofeo.
Y, en oscuro rincón, un bisbiseo;
un publicano, en actitud doliente,
se golpea su pecho humildemente,
sintiéndose ante Dios pequeño ateo.
Personajes que son tipología
de dos modos de ver la religión:
el que pretende hacer mercadería,
y el que fía al amor su salvación;
el que observa la ley de entraña fría,
y el que sabe que el Padre es corazón.
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