miércoles, 23 de junio de 2010

El que quiera ser mi discípulo (Lc. 9, 18)

Si alguno quiere venir tras de mí,
tendrá entonces que negarse a sí mismo,
tomar su cruz en silente mutismo
y seguirme cada día así.

Para ser mi discípulo, sí,
tendrá que renunciar a su egoismo,
pues, no se ha de salvar por su heroismo,
sino porque siguió a su Rabí.

¿De qué le sirve al hombre pretencioso
ganar de punta a punta el mundo entero,
si él mismo se pierde en el acoso?

El que de mí se avergüence altanero
y de mi cruz se sienta vergonzoso
yo de él me avergonzaré lastimero.

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