viernes, 19 de junio de 2009

Pablo de Tarso (Hch 9)

Pablo -llamado de Tarso,
porque fue donde nació-
se definió a sí mismo:
"fanático observador
de las leyes y creencias
de la hebraica tradición",
como un puro fariseo,
un "separado por Dios."

Yendo un día hacia Damasco
-lleno de rabia y desprecio
contra los nuevos cristianos-
Jesús le salió al encuentro,
en un recodo escondido,
como si fuera un ladrón
salteador de caminos.
¿Le derribó del caballo?
-de su soberbia, mejor-.
Quedaron sin luz sus ojos,
ciego y a oscuras quedó,
pero, la Luz que era Cristo
por dentro le iluminó.
Y oye una voz que le dice,
envuelta en radiante luz:
-"¿Por qué me persigues, Saulo?"
-"Señor, ¿y quién eres tú?"
-"Soy Jesús, a quién tú persigues".

Y enamorado de Cristo,
después de su conversión,
lo proclama a todo el mundo
su Mesías y Señor.
Por eso pudo decir:
"Ya el que vive no soy yo,
que eres Tú quien vive en mí",
porque mi vida ya es tuya
y así lo será hasta el fín.

Sólo quiero conocer
a tí, mi Señor Jesús;
al que fue crucificado
y por mí murió en la cruz.
Y así podré completar
en mi persona, ese algo
que le falta a tu pasión,
y que ha de ser contemplado
en los que toman tu cruz
para seguirte al Calvario.

Ya no me importan las leyes
de la hebraica tradición,
sus ritos, circuncisiones,
y su legalismo atróz;
sólo me importa la fe,
esa "fe del corazón"
que es la sola que nos salva,
porque es una Ley de Amor.