martes, 27 de octubre de 2009

El ciego Bartimeo (Mc 10. 46-52)

Oasis de Jericó
en la vega del Jordán;
todo luz, todo verdor,
todo rumores de aguas,
todo un regalo de Dios.

¡Y tú, ciego Bartimeo,
de oscura y seca pupila,
sin poder captar el vuelo
de aquella luz tamizada
de un limpio sol mañanero!
Si una vez dijo un poeta
que no hay en el mundo nada,
tan inhumano y cruel,
como ser ciego en Granada,
habrá que añadir también
que ser ciego en Jericó
es ser ciego en un Edén.
¡Pobre ciego Bartimeo,
pidiendo junto al camino,
limosna a los pasajeros!
¡Qué suerte aquella mañana,
cuando al pasar el Señor,
algo se encendió en tu alma
para poderle gritar:
Jesús, quiero ver el sol,
y, sobre todo, tu cara!
Era tu fe quien gritaba,
ya no te importaba ver
la luz y el correr del agua,
sólo gritabas muy fuerte:
¡Jesús, hijo de David,
que pueda yo ver tu cara!

Y cuando oiste su voz
y oiste que te llamaba,
allí tu manto voló
sobre el polvo del camino,
para así correr mejor.

La luz se posó en tus ojos,
de oscura y seca pupila,
y pudiste ver el rostro
del que es la Luz que ilumina
al hombre que al mundo llega.
Y te lanzaste al camino...
¡Camino que guía y lleva!

domingo, 25 de octubre de 2009

El joven rico (Mc. 10, 17)

Aquel joven no estaba satisfecho,
cumplía con la Ley desde su infancia,
pero él buscaba otra mayor ganancia,
buscaba vida eterna de provecho.

-"Da a los pobres cuanto tienes de hecho",
renuncia a cuanto tienes de abundancia,
así reducirás toda distancia
y podrás seguir mi camino estrecho.

Aquel joven no supo comprender
que hay que saber a tiempo renunciar
para poderlo luego poseer.

Debemos ser sinceros, confesar
que a nosotros nos posee el tener,
que sabemos tan sólo acaparar.

lunes, 5 de octubre de 2009

Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre (Mc 10)

" Que sea el hombre a nuestra semejanza".
Y a imagen suya lo hizo y lo creó,
precisando: "macho y hembra los formó",
hombre y mujer en humana crianza.

"Creced, multiplicaos" sin tardanza;
dominad la tierra que el Señor os dió;
con este broche de oro, Dios terminó
y puso en el hombre su confianza.

Y pudo Dios descansar satisfecho:
todo estaba bien, perfecto y acabado.

¿No pecó Dios de iluso y confiado?
¿No quedaba una serpiente al acecho?
¿Sería una carne, un solo lecho?