- "A ti, Padre, mi espíritu te entrego",
un espíritu doliente y humillado,
que fue a tu voluntad siempre entregado
porque nunca a la mía tuve apego.
Sabía que la cruz no iba a ser juego,
que sería un maldito al ser colgado,
pero Tú mi dolor has aceptado
porque es siempre a tu amor al que me entrego.
A tus manos mi espíritu remito,
que en tu seno paterno está mi cita;
tu silencio se ha hecho puro grito
que, unido al de mi sangre, ahora grita:
¡el amor de Dios - Padre es infinito
y un amor que redime y resucita!
No hay comentarios:
Publicar un comentario