Sobre un peludo pollino,
sobre un borriquillo manso,
entras en Jerusalén
en humildad cabalgando.
Nadie puede sospechar
que, de esa guisa montado,
puedas ser tú el Rey Mesías,
un David de espada y arco.
Los niños gritan, jalean,
y agitan palmas y ramos,
y los discípulos tienden
sobre la estrada sus mantos:
-"Bendito sea el que viene
en el nombre del Dios Santo!"
¡Hosanna al Rey y Mesías,
al nuevo David soñado!
Escribas y fariseos,
protestan -duros, airados-
queriendo acallar las voces
de aquel pueblo entusiasmado.
-"Si hoy los niños no gritaran
mi triunfo con estusiasmo,
lo gritarían más fuerte
las piedras y los guijarros."
Jubilosos, agitemos
nuestras palmas, nuestros ramos;
como los niños hebreos
gritemos nuestros aplausos,
nuestros hosannas y vivas,
al que llega cabalgando
sobre el peludo Platero,
pacífico, humilde, manso.
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