Era aún muy temprano,
era aún muy de mañana
cuando Jesús, junto al lago,
a la gente adoctrinaba.
Y era tanta aquella gente
que Jesús subió a una barca,
a una barca de Simón,
patrón, sin duda, de fama.
Y Jesús dice a Simón:
-"boga mar adentro y lanza
las redes para pescar."
-Señor, la noche fue mala
y la hemos pasado entera
sin haber pescado nada;
pero, ahora, sin embargo,
confiado en tu palabra,
las echaré a diestro lado,
o adonde mandes echarla.
Y la pesca fue tan grande
que la barca desbordaba
y hubo que pedir ayuda
a los de la otra barca.
Pedro, asombrado, le dice:
-Señor, tu presencia aparta,
que soy un gran pecador
que esa presencia no aguanta.
Lo mismo Santiago y Juan
y cuantos con Pedro estaban;
todos, igual de asombrados,
iban vaciando barcas.
-Y tú, buen Simón, no temas,
vas a pescar otras carpas:
te haré pescador de hombres
con las redes de mi gracia.
Y dejando barca y redes,
le siguieron sin tardanza,
no pudieron resistir
sus palabras y mirada.
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