Si enjugaste las lágrimas y el llanto
de la desconsolada Magdalena,
¿cómo olvidar de tu Madre la pena
y no ir a hacer con ella otro tanto?
El primer ¡aleluya! de tu canto,
tu primer beso y dulce enhorabuena,
fue para ella -de alegría plena-
nueva efusión del Espíritu Santo.
La primera con la que compartiste
la alegría pascual por ti estrenada,
fue la Madre de la que Tú naciste,
la Mujer a tu misterio asociada.
- ¿Que nada de esto en el Evangelio viste?
- Lo dice el corazón, ¡corazonada!
No hay comentarios:
Publicar un comentario