No ascendiste veloz y en raudo vuelo,
-como quien, impaciente, al fin se ausenta-
ascendiste como a cámara lenta,
como si algo te atara aún a este suelo.
Entre nubes de gasa y terciopelo,
te veían subir -mirada atenta-
con un manto de luz por vestimenta
y en sus ojos tristeza y desconsuelo.
Tú eres, Señor, la fuerza que me impulsa,
que aligera mi peso y que me eleva
y el miedo a las alturas de mí expulsa.
Es mi fe en tu Ascensión la que me lleva
a saber trascender mi historia insulsa,
y a buscar "cielo nuevo y tierra nueva".
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