Un nacimiento es un canto a la vida,
sobre todo si esa vida es humana;
una vida con fruto de mañana
y abierta a trascendencia apetecida.
Que sepámosle dar la bienvenida,
que le cantemos una dulce nana,
porque encierra una gracia muy cristiana
y sabemos dó tiene su manida.
Si es Dios mismo quien nace y se hace hombre,
si esa Vida de Dios en Jesús nace
-por más que al puro cátore le asombre-,
si con mi propia carne busca enlace,
¡que no me hablen de Dios como pronombre,
sino del Hombre-Dios que en mí renace!
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