En un nacimiento, en un belén,
hay dos personajes ineludibles,
dos animales insustituibles,
sin ellos el belén no queda bien.
Y la costumbre exige también
que ese borrico y buey, muy apacibles,
contemplen con ojazos bonacibles,
al Niño, y tumbaditos se estén.
Rompiendo esa estética acostumbrada,
hoy he visto un belén como los de antes,
pero el borrico en actitud cambiada:
de pie, las cuatro patas afirmantes,
presto a servir a esa familia amada
o a llevarla hasta Egipto galopantes.
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