El Reino de Dios, también se parece
al hombre que en la tierra echa el grano,
duerme en paz y se levanta temprano
y, aunque él no se dé cuenta, el grano crece.
Con el Reino de Dios, así acontece;
y es semilla que crece cotidiano
y el fruto, al fin, brota alegre, ufano;
¡la semilla de Dios siempre florece!
Y, aunque sea cual granito de mostaza,
pequeñísima y humilde semilla,
luego a cualquier hortaliza emplaza.
Se hace alta y al arbusto humilla,
en sus ramas anida la picaza
y la preciosa y pizpireta ardilla.
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