Todos, en torno a la puerta agolpados,
todos quieren ver y oir al Profeta,
que les libre del mal ya sin receta,
del demonio del que están acosados.
Llegan cuatro de camilla cargados,
y, de manera poco discreta,
abren boquete en la terraza quieta
y descienden al enfermo, osados.
"¡Hijo, tus pecados son perdonados,
queda libre de ese mal que te inquieta,
de esa parálisis que te sujeta,
toma la camilla y... todos pasmados!
Fueron varios, sí, los confabulados,
los que unieron fe en la jugarreta,
pues, lo que en Comunidad se arremeta,
sabe el creyente serán escuchados.
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