martes, 25 de diciembre de 2007

Navidad (Lc 2)

¡Qué bien, Señor, que viniste
y dejaste el alto cielo
para hacerte "hijo del hombre"
y hacerte así, hermano nuestro!

Y aquella noche feliz,
-sin posadas en el pueblo-
la Virgen fue a dar a luz
a un establo sucio y viejo.

Llega el Ángel del Señor,
en suave y leve aleteo,
y anuncia a algunos pastores,
-asombrados y perplejos-.:
"No temáis, no tengáis miedo,
que os anuncio una alegría
que llegará al pueblo entero;
os ha nacido en Belén,
-casa del pan blanco y tierno-
el Cristo, Ungido de Dios,
el Mesías, Rey eterno.
Y esta será la señal
cuando vayáis, luego, a verlo:
veréis un niño acostado
y en el pesebre yaciendo,
envuelto en blancos pañales
que tejió el amor materno."

¡Qué bien, Señor, que viniste!
Pero el Belén de tus sueños,
en el que quieres nacer,
es un corazón sincero.

¡Qué hoy, sea mi corazón
pesebre humilde, yuntero,
y, a imitación de María,
cálido seno materno!

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